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Prefacio e Información General
Hiram Bingham III
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HIRAM BINGHAM EN
MACHUPICCHU;
un resumen biográfico en base a la literatura norteamericana. - Resumen Biográfico de Hiram Bingham III
Hiram Bingham es el nombre de un
personaje muy controversial en la historia moderna del Perú. El haber tropezado
con Machupicchu en 1911 lo convirtió en un personaje muy famoso; sus acciones
como consecuencia de sus expediciones dejaron huellas indelebles en la
consciencia de los peruanos, en su ordenamiento jurídico para la protección del
patrimonio arqueológico e histórico, y en el sentimiento patriótico que
produce evocar o rememorar ese lugar que se convirtió en un símbolo nacional
del Perú en el Mundo.
Mucha gente en el Perú identifica automáticamente
a Bingham como el gringo que se robó los tesoros de Machupicchu. “Tesoro”
es normalmente una considerable cantidad de dinero, valores u objetos preciosos.
A partir de la colonia, la historia de los Inkas esta preñada de relatos, mitos
y tradiciones sobre cuantiosos tesoros escondidos por los últimos Inkas. Aún
hoy, muchos exploradores continúan buscando el Paititi, el Dorado, la cadena de
Waskar sumergida en la laguna de Wakarpay, los tesoros submarinos del Lago
Titicaca o el gran tesoro subterráneo de Mateo Pumaqhawa. Al hablar sobre los
tesoros de Machupicchu la gente común en el Perú se imagina tesoros similares
o superiores a los que existían en el Qorikancha cusqueño. Es posible que en
Machupicchu alguna vez hayan existido grandes “tesoros” de oro, plata y
piedras preciosas; desgraciadamente no existen crónicas o relaciones precisas
sobre el particular, por lo tanto los tesoros de Machupicchu se quedan en el
campo de la especulación e imaginación. Los arqueólogos, antropólogos,
historiadores y afines tienen una percepción diferente sobre el termino “tesoro”;
para sus estudios multidisciplinarios, encontrar un basural inkásico tiene
mayor importancia que encontrar un prendedor de oro; entonces la basura de los
Inkas se convierte en un “tesoro” invalorable para la ciencia.
La práctica arqueológica en 1911 era rudimentaria en el mundo y en el Perú casi desconocida. Juzgar lo acontecido hace un siglo con las reglas, métodos y estándares actuales es un error que se debe evitar. En aquella lejana época el patrimonio cultural peruano estaba ya protegido teóricamente aunque en la práctica la realidad era totalmente diferente. Por ejemplo, la mayor parte de los comerciantes importantes del Cusco también comercializaban artefactos prehispánicos, aunque de un modo solapado. Bingham se tuvo que educar a si mismo para dirigir sus
trabajos, sus contactos entre los más renombrados profesionales en los EEUU
seguramente le dieron pautas y conocimientos utilizados de alguna manera. Al
reconocer su incapacidad para hacer trabajos arqueológicos en 1912, contrató
en el Perú a Ellwood C. Erdis un ingeniero civil con experiencia en minería
para hacer el papel de “ingeniero arqueológico” y dirigir las excavaciones
en Machupicchu. George Eaton, el osteólogo, se dedicó personalmente a la
apertura de tumbas y la recolección de huesos y los elementos adjuntos. Bingham
era el administrador de sus expediciones y el fotógrafo principal. Por lo
general, cuando los buscadores de tesoros o “huaqueros” saquean una tumba
por ejemplo, sólo toman lo que podría tener algún valor económico o artístico,
entre objetos de cerámica, piedra o metales. Ellos dejan atrás todo lo demás,
incluyendo pedazos de cerámica, huesos y objetos en mal estado. Bingham ordenó
empacar cuidadosamente todo objeto hallado, incluyendo los pedazos de cerámica
y los huesos en mal estado de conservación. Esa característica lo diferencia
de un “huaquero” y lo coloca en un verdadero nivel académico.
Después de su experiencia en el Perú
en 1912, Bingham se opuso abiertamente a la Doctrina de Monroe, creía que el
proteccionismo económico, político y militar hacia Latinoamérica era ya cosa
del pasado. Mucho tiempo después, los cambios globales y la experiencia ganada
como senador republicano en los EEUU le llevaron a profesar un proteccionismo
aun más cerrado en pro de un mayor dominio norteamericano. Bingham se había
convertido en un conservador de primera línea, tanto que en 1951 el presidente
norteamericano le dio la tarea de investigar a personajes influyentes y sus vínculos
con el comunismo. Bingham se había convertido en el mayor cazador de comunistas
de los EEUU. Ese hecho no fue ignorado por los influyentes personajes ligados a
esa corriente ideológica en el Perú que agrupaba a muchos de los que alguna
vez habían colaborado con Bingham o se habían enfrentado a él. Lo poco que se
conoce sobre Bingham en el Perú fue escrito por algunos de los agraviados por
la nueva posición de Bingham, dejando como legado una relativa antipatía hacia
su presencia y sus trabajos.
Por otro lado, es importante hacer un análisis
autocrítico respecto a lo sucedido entre 1909 y 1916. Bingham no fue el único
culpable de la depredación del patrimonio en esos años, también fueron
culpables el gobierno peruano, las autoridades, los intelectuales y la población
en general que permitieron directa o indirectamente la realización de trabajos
sin permisos previos, la nula o muy escasa supervisión de los mismos y por
ultimo, el traslado de los elementos encontrados por las dos expediciones que
hicieron trabajos sistemáticos. Además, se sabe que un sector de la población
peruana se mostró complaciente con Bingham y el poder norteamericano porque en
esos años aun se experimentaban las secuelas y estaba fresca la memoria del
fracaso peruano en la traumática Guerra del Pacífico. Muchos personajes
influyentes de entonces creían que era positivo para el país hacer una alianza
o buscar la protección de una potencia emergente como los EEUU.
La colección de 1912 que aún se
conserva en la Universidad de Yale es considerada por muchos especialistas como
una de las mejores y más completas en su género. Es justo que toda esa colección
y los elementos sacados por Bingham sean devueltos a donde pertenecen; más aún
porque hoy en día se considera que Machupicchu es propiedad de la humanidad
entera. Otra razón para ser devuelta es que salió del Perú al amparo de una
ley en la que el Perú se reserva el derecho de exigir su devolución. Al
parecer, los intentos por reclamar la colección han sido hasta ahora aislados y
mal encaminados, sin una enérgica y decidida posición del gobierno peruano y
su diplomacia.
El presente es un resumen biográfico de
Bingham a partir de la literatura anglosajona ya publicada, accesible con
relativa facilidad en los EEUU pero casi desconocida en el Perú. Las
principales fuentes están enumeradas al final. Seria muy interesante que en el
futuro se elabore una biografía de Bingham desde la perspectiva peruana y a
partir de los documentos familiares bajo custodia de la Biblioteca Memorial
Sterling de la Universidad de Yale. Por ahora resulta demasiado difícil para un
estudioso peruano hacer un trabajo al respecto por los requisitos académicos y
económicos de Yale para un proyecto similar.
Agosto del 2004 Gran parte de la historia de los Inkas y
sus ciudades se han perdido como consecuencia de la falta de escritura en los
Andes peruanos antes del arribo de Europeos en el siglo XVI. Machupicchu es un
eslabón perdido de esa cadena continua que fue brutalmente cortada a partir de
1532. Ninguna crónica histórica escrita por Europeo o sudamericano de hace 4 o
5 siglos consigna información detallada y precisa sobre lo que hoy se denomina
Machupicchu.
El Dr. John H. Rowe hizo un estudio
sobre los documentos civiles del siglo XVI que incluyen los nombres de “Picchu”,
“Machupicchu” y “Waynapicchu”; sus conclusiones son bastante
interesantes. Rowe indica que en la antigüedad Machupicchu correspondió
a un enclave privado del Inka Pachakuteq, es decir que fue un palacio provincial
o una casa de invierno del mencionado dignatario Quechua. Para tal aseveración
Rowe menciona la relación que escribió Diego Rodríguez de Figueroa, de su
visita oficial a Titu Cusi en 1565; allí se indica entre otras cosas que todos
los terrenos de la quebrada, desde Torontoy para abajo fueron propiedad de
Pachakuteq, considerándose además que ese Inka tenía muchas propiedades
rurales fuera del Cusco. El segundo documento que menciona Rowe se encuentra en
el Archivo Departamental del Cusco, es una provisión del Conde de Nieva de
1562, que establece la tasa de tributos impuesta al repartimiento de Calca por
el Virrey Francisco Toledo. De acuerdo a esa tasa tributaria los indios de
“Pijchu” debían entregar 105 cestos de coca al año. Rowe concluye que
ambos documentos coinciden en la ubicación y se refieren al Machupicchu
encontrado por Bingham.
Al hacer la identificación del lugar
que visitó en 1911, Hiram Bingham indica que no pudo encontrar ninguna
referencia exacta sobre Machupicchu en las crónicas, mapas y diccionarios geográficos
que llegaron a sus manos. Bingham escribió que el famoso explorador Antonio
Raimondi había dibujado en 1865 la montaña de Machupicchu en sus mapas, pero
al parecer no conoció de la existencia de ruinas inkásicas en la parte alta.
De igual manera no existe mención alguna sobre Machupicchu en el diccionario
geográfico del Perú publicado por Paz Soldán en 1877.
Bingham escribió en su libro “Inca
Land” que la única referencia disponible en su época fue escrita por Charles
Weiner en 1875, que indicaba haber escuchado en Ollantaytambo rumores sobre
ruinas inkásicas en “Huayna-Picchu o Matcho-Picchu”; obviamente, Weiner
nunca pudo visitar los mencionados lugares. Una de las razones que no
permitieron la visita de exploradores a Machupicchu fue su relativo aislamiento
desde el Cusco u Ollantaytambo. La "nueva carretera” que utilizó Bingham
para llegar más abajo del Cañón de Torontoy había sido abierta sólo algunos años
antes, en sí se trataba de un camino propio para recuas de mulas. Antes de esa
“carretera” no era posible ir más abajo de Torontoy, para llegar a la zona
de Machupicchu entonces un viajero debía subir por Ollantaytambo hasta el abra
de Pantiacalla, continuar por el curso del río Lucumayo y llegar a Choquechaka
cerca del actual pueblo de Chaullay. Desde allí, se debía seguir el viaje en
sentido contrario a la corriente del Urubamba (río arriba) por unos 40 Km. (25
millas). Por otro lado, Rowe indica sobre Bingham que “Al
escribir sobre Machupicchu en 1948, transcribió porciones de la relación (de
Rodríguez de Figueroa) utilizando la traducción inglesa de C.R. Markhan, pero
omitió la referencia clave a “Picho”, pues hubiera sido fatal para su
fantasiosa identificación de Machu Picchu con “Vilcabamba la Vieja”.
Probablemente en 1948 era ya demasiado tarde para que Bingham cambiase sus hipótesis
originales que identificaban a Machupicchu como el lugar donde nació y murió
la civilización inkásica.
El año 2003, Mariana Mould de Pease
publicó un mapa del Perú diseñado el año de 1874 por el ingeniero alemán
Herman Gohring que había sido contratado por el estado peruano; el citado mapa
fue parte del
informe de una expedición a los valles de Paucartambo. En ese mapa se
distinguen nítidamente los nombres y la ubicación de “Macchu Picchu” y
“Huaina Picchu”. Un detalle del mapa es que la ubicación de Machupicchu
corresponde a lo que hoy se conoce como Waynapicchu y viceversa; por lo demás
es bastante aceptable porque aún se distinguen las curvas formadas por las
montañas aledañas y el cerro Putucusi.
Resumen Biográfico de Hiram Bingham III El explorador que en 1911 llegó a Machupicchu es nombrado Hiram Bingham III en su genealogía familiar. Su
madre, doña Minerva Clarissa Brewster era descendiente de William Brewster, uno de los
peregrinos del Mayflower que a partir de 1620 se establecieron en la región de New England,
en lo que hoy es el nor-oriente de EEUU. Además, Hiram Bingham fue descendiente
directo del Diácono Thomas Bingham que llegó a las colonias norteamericanas en
1650 y se estableció en el actual estado de Connecticut. Posteriormente sus ancestros paternos
partieron como misioneros; fue así como en 1820 su abuelo, el primer Hiram
Bingham, fue el líder de la primera misión calvinista en Hawai
que gracias a su carácter fuerte y personalidad dominante fue conocido como el
“Rey de Hawai”, un titulo algo gracioso en un territorio que entonces era
gobernado por su monarquía. Su padre tuvo la misma escuela protestante del
abuelo pero no tuvo su carácter ni fortuna en el trabajo; sin embargo, llegó
hasta las islas Gilbert en Micronesia, adaptó la lengua nativa en escritura y
tradujo la Biblia en esa lengua.
El tercer Hiram nació el 19 de Noviembre de 1875 en Honolulu; su madre
tenía entonces 39 años. La edad de sus padres, la disciplina férrea de su hogar
y su temprana educación dirigida a la vida misionaria moldearon el carácter del joven Bingham que
no tuvo una niñez muy afortunada ni divertida. Toda su familia vivía siempre
bajo la sombra opresiva del primer Hiram. Su familia no tenía casa ni recursos,
pero tenía una cuenta en el banco para ahorrar dinero y asegurar la educación
del tercer Hiram. El joven Bingham debió sentirse realmente triste en su hogar
porque a los 12 años sacó del banco unos $250 de los ahorros para su educación
e intentó fugarse de casa con su mejor amigo. La fuga fue abortada por su compañero
de aventura que reveló sus intenciones muy poco antes del viaje. En 1892 sus padres lo sacaron de Hawai y enviaron al Phillips Academy en
Andover, Massachussets como un paso preparatorio previo a su ingreso en la
Universidad de Yale en Connecticut, que también había sido el alma matter de
su padre. Los ahorros familiares alcanzaron para pagar apenas un año de su
educación y mantenimiento personal; así el joven Hiram se vio obligado a
trabajar unas 5 horas al día como ayudante de cocina para poder mantenerse, y
además se dedicó a vender caramelos y libros de puerta en puerta para aumentar
sus ingresos. Después de 1894, ya en Yale encontró una mejor forma de hacer
dinero a través de la enseñanza o preparación de sus compañeros de clase o
estudiantes más ricos pero más flojos. No
hay duda que Hiram III fue un estudiante brillante, no fue el mejor, pero tenía
un talento que salía de lo común; se graduó en Yale con el grado de bachiller en artes en 1898.
Al terminar sus estudios, Hiram III volvió a Honolulu donde consiguió
un trabajo como superintendente de una misión en los suburbios de la ciudad; en el fondo
Hiram no quería seguir la vida misionera como lo deseaban sus ancestros. Seis
meses después renunció a su posición y consiguió un trabajo en una plantación
de caña de azúcar como químico encargado de analizar la salinidad del agua de
superficie, posición a la que también renunció después de seis meses.
Por entonces, el destino le deparó la oportunidad de transformar
radicalmente su vida llena de penurias y privaciones. En diciembre de 1898 llegó
a Honolulu una embarcación que trajo a la familia de Alfred Mitchell que había
planeado ese viaje para rememorar épocas pasadas, además el viaje fue también
una especie de cura para su hija Alfreda que estuvo sumida en una profunda
depresión después de su ruptura con el novio que debía llevarla al altar.
Alfred Mitchell se había casado con Annie Olivia Tiffany, la hija y heredera de
Charles Tiffany que fue el fundador de Tiffany & Company, una corporación
joyera muy importante aún en nuestros días. Hiram III había asistido un par de
veces a fiestas en la mansión de los Mitchell en New London, y cuando llegaron
a Honolulu fue a visitarlos en su cabaña de la playa de Waikiki. Hubo una
especie de inmediata atracción mutua entre Hiram y Alfreda, atracción que
creció conforme pasaba el tiempo y no se pudo disolver por muchos años. Cuando
los Mitchell se fueron de Hawai, Hiram y Alfreda estaban ya profundamente
enamorados y se prometieron amor a distancia. En agosto de 1899, con sus ahorros
acumulados, Hiram se fue a la Universidad de California en Berkeley y se
matriculó para su masterado en Historia, que completó en un año. Los
acontecimientos de la vida en Hispanoamérica junto a la famosa doctrina de Monroe que predicaba la no intervención ni colonización europea y la supremacía
de los EEUU en el continente, sumados a la orientación de sus profesores,
incidieron para que Hiram decidiese su futuro como profesor de historia,
especializado en Sudamérica.
Posteriormente Hiram partió hacia Cambridge para hacer su doctorado en
Ciencias Políticas en
la Universidad de Harvard que completó entre 1900 y 1905. Además, esa era una
ubicación perfecta para estar cerca a su amada Alfreda; después de poco tiempo
se comprometieron formalmente y decidieron su matrimonio. Bingham se casó en
una ceremonia pequeña pero reportada por los diarios regionales en la gran
propiedad de los Mitchell en New London, Connecticut, el 20 de noviembre de 1900
a los 25 años de edad, cuando todavía estuvo haciendo su doctorado. Así, hizo
su ingreso en la selecta aristocracia norteamericana. La posición económica
familiar de su esposa le posibilitó llevar una vida cómoda y sin la necesidad
de mantener un hogar como estaba acostumbrado en la sociedad; Alfreda recibía
una pensión mensual de sus padres para el mantenimiento de su familia. Hiram
sufragó los gastos para el pago de sus estudios con el dinero que ganaba como
profesor asistente. Sus primeros años de casado los pasó tratando de
asegurarse el grado de Doctor; por otro lado, Harvard no estaba
preparada para el estudio de Sudamérica. Constantemente Hiram sugería la
compra de libros sobre su campo de estudio; después de algún tiempo por su
interés constante fue nombrado “Curador de Historia y Literatura
Latinoamericana”, un cargo casi honorífico pero que le daba la posibilidad de
conseguir fuentes para su estudio.
Para graduarse tuvo que pasar una disertación oral que desaprobó en una
primera oportunidad; posteriormente él creyó que fue discriminado y se sintió
victima de la clásica rivalidad entre Harvard y Yale. Después de graduarse
Hiram volvió a Connecticut y trató infructuosamente de conseguir una plaza de
docente en Yale; la universidad aún no estaba preparada para formar jóvenes
norteamericanos en la tarea de estudiar, comprender y salir a “descubrir”
Latinoamérica. Los EEUU habían descuidado su visión del sur del Continente;
sus inversiones eran nulas en la región mientras que Inglaterra y Alemania
estuvieron construyendo ferrocarriles e invirtiendo muy activamente. En 1905
Hiram fue aceptado como profesor titular en la Universidad Princeton; sin
embargo esa experiencia duró solamente un año y se vio obligado a renunciar
porque su salud estuvo quebrada y fue operado de una apendicitis, aunque también
parece que terminó muy decepcionado por la experiencia como profesor en
Princeton.
Entre noviembre de 1906 y mayo de 1907 Bingham partió en su primera
experiencia como explorador, para lo cual se asoció con Hamilton Rice, un
joven doctor que había ganado cierta fama como explorador por su viaje desde
Guayaquil hasta el Río Napo en Ecuador. Entonces Hiram planeó escribir una
biografía del Libertador Simón Bolívar y seguir la ruta que éste había
utilizado en su campaña libertadora entre Caracas y Bogota que a su vez fue la
ruta comercial entre esas ciudades. Al
término de su exploración Hiram fue nombrado conferencista sobre Sudamérica
en la Universidad de Yale, pero no tuvo cátedra ni fue parte de la facultad.
Entre 1907 y 1908 escribió su primer libro “Journal of an Expedition Across
Venezuela and Colombia”. Por esa época también empezó a escribir artículos
académicos en diferentes publicaciones, pero jamás llegó a escribir la
mentada biografía de Bolívar. A través del matrimonio Bingham había
ingresado en la clase adinerada y podía darse el lujo de hacer actividades y
exploraciones sólo para su desarrollo personal y entretenimiento.
Una de las cualidades de Bingham fue establecer amistad con personas influyentes; en muchos casos esa cualidad le acarreó muchísimas satisfacciones. El presidente de la Universidad de Yale, Arthur Twining Hadley envió el nombre de Bingham cuando el Secretario de Estado Elihu Root pidió recomendaciones a las universidades de EEUU, para conformar la delegación que representaría a ese país en el Primer Congreso Científico Panamericano realizado en Santiago de Chile en diciembre de 1908. Previamente, el Secretario de Estado Root había leído el reporte sobre la expedición en Venezuela y Colombia escrito por Bingham. En el proceso de coordinación de la delegación para ir a Chile, conoció al presidente Theodore Roosevelt cuya amistad cultivó hasta el deceso del estadista. Posteriormente, Hiram aprovechó el haber sido nombrado delegado de su país, para organizar una visita más amplia de Sudamérica y explorar la ruta comercial colonial entre la costa oriental del continente entre Argentina y Uruguay y el corazón de la Colonia en Lima. Partió de viaje a finales de setiembre, y para alcanzar la costa oriental de Sudamérica tomó un barco rumbo a Inglaterra y aprovechó para visitar por algunos días Francia y España (no había servicio marítimo regular entre Norteamérica y las ciudades de la costa oriental de Sudamérica). En esa ocasión Bingham también tenía un compañero de viaje, Huntington Smith Jr. cuya familia adinerada pagó por el viaje como una adición a su educación. De España partió hacia Brasil y luego a Argentina. La diferencia del viaje entre la colonia y a principios del siglo XX, es que Bingham podía hacer la mayor parte del viaje entre Buenos Aires y Lima en tren, excepto un tramo de unos 500 Kms. al sur de Bolivia. En Oruro tuvo que cortar su viaje para viajar a Santiago. Bingham no le saco mucho provecho al Congreso Panamericano de Santiago porque su español era muy pobre y los estudios que se presentaron eran bastante amplios y de diversas ramas. Al término del Congreso, Bingham encontró a otro acompañante para su travesía, era el secretario de la delegación norteamericana Clarence Hay hijo de John Hay quien fue a su vez Secretario de Estado de Theodore Roosevelt. Hiram continuó su viaje por barco hasta Mollendo y luego por tren a Arequipa, Puno y de vuelta a Oruro; posteriormente visitó La Paz y Sucre. Luego de Bolivia volvió al Perú para tomar el tren hasta el Cusco y finalmente dirigirse a Lima en lomo de mula. A su llegada al Cusco fue saludado por todas las autoridades como un personaje famoso, se había diseminado la noticia que el delegado norteamericano al congreso científico estaba explorando el país. El gobierno de Lima había dado instrucciones a las autoridades locales para facilitar su viaje y el prefecto del Cusco le asignó escolta militar para sus visitas. Bingham era un tipo cuya estatura de 1.93 m. llamó la atención de los cusqueños de entonces, además era considerado muy atractivo para las mujeres, razón por la que su familia lo acusó de mujeriego después de su fracaso matrimonial. El interés de sus visitas estaba centrado en el estudio socio político de la región; quería aumentar o incentivar el ingreso de inversión e intereses norteamericanos en esta parte del continente. Hasta entonces sus conocimientos sobre la historia del Perú y de los Inkas eran casi nulos. En la ciudad del Cusco, se le presentó Juan José Núñez entonces prefecto de Apurimac quien le pidió que accediese a visitar Choquek’iraw. Aparentemente Núñez había formado una corporación de buscadores de tesoros con las personalidades más importantes de Abancay, reunió dinero para abrir un camino y para excavar en Choquek’iraw. Era evidente que Núñez y sus socios esperaban que Bingham encontrase los tesoros escondidos de los Inkas, porque creían que el norteamericano estaba preparado para ello. Después de explorar los alrededores del Cusco en febrero de 1909, partió para continuar con su travesía por las montañas y valles andinos rumbo a Lima. Al llegar a Abancay fue recepcionado muy calurosamente por las autoridades, se
le concedió las mejores habitaciones del club local (no existía hotel) y se
ofreció un banquete en su honor. Bingham no tenía planeado visitar
Choquek’iraw, pero al final aceptó de mala gana visitarlo tras la insistencia
del Prefecto Núñez; esa aceptación marcó la dirección de la vida del
explorador. Bingham fue informado que el mismísimo presidente don Augusto
Bernardino Leguía y Salcedo había
ordenado a Núñez suspender los trabajos de búsqueda de tesoros en
Choquek’iraw hasta que el "científico" norteamericano observe las
ruinas. Bingham le respondió a Núñez que no era científico ni experto en
cultura inkásica, y que su nombramiento al congreso panamericano era
simplemente académico y político. De nada valieron los argumentos de Bingham
para convencer a las autoridades que el no era la persona indicada para aquella
empresa; al día siguiente muy temprano empezaron a llegar frazadas, comida y
regalos para los expedicionarios. Los primeros kilómetros del recorrido los
hizo con una gran caravana de pobladores de Abancay, parecía que todo el pueblo
se había decidido a acompañar a los norteamericanos, pero al final resultó
que las personas estaban acostumbradas a acompañar hasta las afueras de la
población a sus autoridades, parientes y amigos viajeros. El viaje a
Choquek’iraw fue bastante penoso por las condiciones de la difícil geografía
de la Cordillera de Vilcabamba, el tiempo lluvioso en febrero, el camino recién
abierto en partes, un precario puente colgante sobre el Apurimac hecho de cables
de telégrafo y el desgano de los dos norteamericanos. Con anterioridad, Bingham
había sido instruido por el secretario de Estado de EEUU para que tratase por
todos los medios de complacer a las autoridades peruanas y proyectar una imagen
positiva. Después de dos días Bingham llegó a Choquek’iraw donde se sintió
algo decepcionado porque esa "última ciudad de los Inkas" era pequeña,
estaba hecha con piedras toscas con mortero de barro y era nada espectacular
comparado con lo que ya había visto en el Cusco. La corporación del prefecto Núñez
había limpiado los caminos y las ruinas se apreciaban en su totalidad. Bingham
como lo escribió después, no conocía sobre arqueología ni sobre la cultura
inkásica y estaba tan desconcertado que se limitó a seguir las recomendaciones
del libro que portaba "Hints to Travelers" publicado por la Real
Sociedad Geográfica de Inglaterra. En tal libro se recomendaba que cuando un
viajero se encontraba en un sitio arqueológico debía hacer tres cosas: tomar
muchas fotografías, medir cuidadosamente los monumentos y describir el medio
ambiente lo más precisamente posible. En los muros de Choquek’iraw pudo leer
los nombres y fechas de los primeros exploradores escritos con carbón vegetal
que Bingham anotó cuidadosamente: Eugene de
Sartiges acompañado de los peruanos José María Tejada y Marcelino León en
1834, José Benigno Samanez, Juan Rivas Plata y Mariano Cisneros en 1861, el último
grupo fue del Prefecto Núñez y el teniente Cáceres que volvía una vez más
acompañando a Bingham en esa visita. Después de 4 días de exploraciones en
Choquek’iraw, Bingham no encontró nada auspicioso, no habían tesoros ni
ricas tumbas inkásicas; sin embargo Bingham fue uno de los primeros
exploradores que en tiempos modernos habían llegado a ese pueblo perdido. De
vuelta en Abancay, el Prefecto y sus socios quedaron muy decepcionados al
enterarse que el norteamericano no había encontrado tesoro alguno. El viaje debía
continuar hasta la ciudad de Lima, donde Bingham pudo visitar al Presidente Leguía
para agradecer sus atenciones y reportar su viaje a Choquek’iraw. El
Presidente le sugirió visitar en la Biblioteca Nacional al historiador Carlos
Romero, a quien ya había conocido en el Congreso Panamericano. Romero y Bingham
coincidieron que Choquek’iraw no podía ser el último refugio de los Inkas.
Romero le proporcionó algunos pasajes de crónicas coloniales y una
lista de documentos que podían ser hallados en Norteamérica, en algunos se
indicaba que la última capital fue Vitcos, en otros Vilcabamba la Vieja. Así
surgió el interés en Bingham de hallar la ultima morada de los Inkas.
De vuelta en los EEUU, Bingham se
dedicó a preparar su libro "Across South America", que detallaba su
viaje por la ruta de Buenos Aires a Lima y la exploración que hizo en
Choquek’iraw; el libro fue publicado recién en 1911. Paralelamente Bingham
continuaba con su ocupación como "Conferencista en Yale", sus
exploraciones atrajeron también a las autoridades de la Universidad John
Hopkins de Baltimore donde también dio una serie de conferencias. En 1910
cuando ya tenia el borrador de su libro completo, Bingham le pidió a su amigo
Edward S. Harkness que lo leyese; éste se quedó tan impresionado que sugirió
a Bingham hacer otra expedición para encontrar la ultima morada de los Inkas.
Harkness un hombre adinerado cuya fortuna fue hecha en base al negocio petrolero
se ofreció a pagar los gastos para un geólogo en caso de haber una nueva
expedición. Así nació la idea de hacer toda una expedición
multidisciplinaria. Bingham afinó los detalles, pero aún tenia un escollo muy
difícil: debía conseguir el financiamiento completo para su objetivo. Fueron
muchas puertas que tocó para conseguir dinero para toda una expedición, muchas
fueron cerradas pero al final con mucha perseverancia consiguió su objetivo. El
número de expedicionarios al principio era de tres personas, el gasto por
persona ascendía a 1,800 dólares (equivalente a unos 35,000 dólares del año
2004, fuente: Departamento de Labor de los EEUU), pero conforme pasaba el tiempo
las aspiraciones aumentaban y también aumentaba el número de expedicionarios
que al final llegó a siete personas. Hiram tenía problemas para solventar sus
gastos personales en la expedición, su sueldo como profesor asistente en Yale
alcanzaba sólo a 1000 dólares anuales; sin embargo no tenia que preocuparse
por la manutención de su familia que ya estaba asegurada por la fortuna de los
Mitchell. Al final, quien pagó los gastos de Bingham para su expedición de 1911 fue su esposa doña Alfreda
Mitchell. Por otro lado, las buenas amistades de Bingham hicieron posible la
formación en Yale del "Fondo de Exploración de Sudamérica" que
llego a reunir unos 12,000 dólares para el pago de gastos de los demás
expedicionarios. Además, consiguió el auspicio de la “United Fruit
Company” de la que consiguió pasajes en sus vapores con tarifas reducidas
para toda la expedición. Bingham también tuvo una entrevista con el presidente
William Howard Taft, con cuyo apoyo pudo reclutar al topógrafo danés Kai
Hendriksen que había sido contratado por el gobierno de EEUU. Hiram debía
justificar su expedición ante la Universidad de Yale y el gobierno peruano;
entonces fueron 4 los objetivos delineados:
1.- Determinar la naturaleza,
localización y extensión de las ruinas inkásicas en los Valles del Apurimac y
el Urubamba, incluyendo Choquek’iraw y Vilcabamba
2.- Explorar la geografía, estudiar
la historia y los recursos económicos, y hacer un levantamiento topográfico
del Valle del Urubamba al Océano Pacifico lo más cerca posible al meridiano 73.
3.- Explorar e investigar los
recursos y medio ambiente del lago Parinacochas
4.- Escalar el Coropuna, la "Cúspide
de América".
Todo el tiempo que planeó su expedición entre 1909 y 1910, Bingham no dejó de investigar o leer
cuanto libro o publicación existía sobre el Perú. En una oportunidad el
editor de una revista le pidió hacer una revisión del nuevo libro de Adolfo
Bandelier "Las Islas de Titicaca y Koati", en una nota al pie de página
encontró un dato que le dio una "brillante" idea. La nota decía que
la cumbre del Coropuna estaba sobre los 23 mil pies de altura. Es posible que
Bandelier haya revisado al igual que Bingham los mapas de Antonio Raimondi,
donde el explorador italiano le daba al Coropuna una altura de 26 pies más que
al Aconcagua. Ese error de Raimondi hizo que Bingham se apresurara en considerar
en su expedición una ascensión a la "Cúspide de América". Al
publicar los objetivos de su expedición, Bingham alerto a doña Annie Peck, una
sexagenaria de carácter bastante fuerte que había hecho ya algunas ascensiones
en los Andes y que decía haber conquistado la cumbre del Huascarán, hecho que
posteriormente fue tácitamente negado por ella misma. Peck se comunicó con
Bingham indicándole que ella ya había planeado alcanzar la cumbre del Coropuna,
por respuesta Bingham le indicó que la expedición ya había sido aprobada por
la corporación Yale y los planes eran definitivos. Irónicamente, Peck y
Bingham viajaron de Panamá al Perú en el mismo barco; sin embargo durante la
travesía no hubo comunicación entre ambos. Por otro lado, la razón por la que
consideró la exploración del lago Parinacochas fue porque el General Inglés
William Miller que colaboró con José de San Martín en su campaña libertadora
había indicado en sus memorias la ubicación de lago y también que su agua
tenia salinidad. Además Markham había sugerido que sería meritorio hacer un
estudio batimétrico del mencionado lago.
En su expedición anterior a Colombia y Venezuela, Bingham tuvo la amarga
experiencia de ver que muchas de sus fotos se habían dañado por las
condiciones del viaje. Para esta oportunidad se había comunicado con George
Eastman, presidente de la Eastman Kodak Co., para pedirle la donación de
algunos materiales y para proveer a cada uno de los expedicionarios con una cámara
fotográfica; cada uno portaría además un kit completo y las instrucciones
para desarrollar las películas en el lugar, y así evitar posibles daños.
Por otro lado, la ropa para los expedicionarios fue escogida
cuidadosamente de la exclusiva línea “Abercrombie & Fitch”; además de
sombreros muy similares a los que siete décadas después usó el actor principal
de las películas “Indiana Jones”. A propósito, la vida de Hiram Bingham como
profesor universitario y explorador fue utilizada como base para la
caracterización de "Indiana Jones". Todos portaban ponchos
impermeables de caucho en su equipaje diario.
La expedición partió en dos partes; dos miembros de avanzada partieron
en un barco a vapor del puerto de Nueva York el 25 de mayo, Bingham y los demás
miembros lo hicieron el 8 de junio. Una vez en Lima el director de la expedición
fue a saludar al Presidente Augusto Bernardino Leguía quien le concedió el
ingreso libre de su equipaje por aduanas y escolta militar en todo el trayecto
de sus exploraciones y aún en el escalamiento a la cumbre del Coropuna. El 26
de junio de 1911 Leguia firmó cartas de presentación para los Prefectos de
Arequipa, Cusco, Apurimac, y Ayacucho a favor de la Expedición Yale, pidiéndoles
todo el apoyo posible. Igualmente Bingham aprovechó el tiempo para consultar de
nuevo con don Carlos Romero, el historiador peruano más renombrado de la época;
y también con Max Uhle, el alemán director del Museo de Historia Natural del
Perú que fue uno de los primeros en aplicar métodos científicos en la
arqueología peruana. La Sociedad Geográfica de Lima fue también muy útil
para los propósitos de Bingham porque allí consiguió lo último en mapas e
información geográfica. El viaje continuó por mar de Lima a Mollendo y luego
por tren hasta el Cusco. El viaje en tren duró cuatro días hasta el final del
ferrocarril en Wanchaq. Horas antes de llegar, en una estación anterior ya
habían sido recepcionados por los dos miembros de avanzada y el
joven rector de la Universidad del Cusco, don Albert Anthony Giesecke.
Giesecke fue sin duda el personaje que inició el redescubrimiento de
Machupicchu en 1911. Giesecke hizo el viaje a caballo hasta Echarati en enero de
1911 invitado por Braulio Polo y la Borda, un rico hacendado del Valle de la
Convención. Polo y la Borda le indicó insistentemente que en la región habían
restos de ciudades inkásicas perdidas en la maraña subtropical. En la zona de
Mándor se detuvo en la choza de un campesino con el que entabló conversación.
La choza era propiedad de Melchor Arteaga, un mestizo que hablaba un español
muy rudimentario, que arrendaba tierras en la región y se dedicaba a vender forraje para las recuas de mulas que usaban la
carretera de herradura que había sido abierta sólo unos años antes por el
gobierno peruano. Otra especialidad de Arteaga era ofrecer bebidas espirituosas
a los viajeros de la vía. Giesecke se enteró por Arteaga que muy cerca, en la
montaña frente a su choza se encontraban ruinas inkásicas muy bonitas, que podían
ser visitadas cómodamente en la estación seca; la información fue guardada
para Bingham a quien había conocido en 1909.
El norteamericano Albert Giesecke según muchos historiadores, fue uno de
los mejores rectores que tuvo la universidad cusqueña. Llegó al Cusco en 1910
por invitación del gobierno peruano para reorganizar y modernizar la educación
universitaria en el Cusco que a finales del siglo XIX había entrado en una
etapa decadente que culminó en una huelga de estudiantes en 1909. Giesecke se
casó con una dama cusqueña y dirigió la UNSAAC durante 14 años; en su gestión
se organizó lo que hoy es el Museo Inka, se fundó la Revista Universitaria,
modernizó la Biblioteca Universitaria y se dio énfasis en una educación pragmática
basada en las necesidades locales y regionales con una efectiva “proyección
social”. Impulsó la práctica del deporte y fundó lo que hoy es el Estadio
Universitario. En 1912 organizó y dirigió el Censo de la Provincia del Cusco.
Fue tan notable la gestión de Giesecke que llegó a ser elegido alcalde del
Concejo Provincial del Cusco en tres períodos consecutivos. Posteriormente en
1923 el gobierno peruano lo promovió y nombró Director General de Educación.
En la ciudad del Cusco y sus alrededores, Bingham se dedicó a recopilar
información para la ubicación de la última capital de los Inkas y otras
ciudades prehispánicas perdidas en la Cordillera de Vilcabamba y la zona baja
del Valle del Urubamba. Hiram escribió que el 14 de julio estuvo en la población
de Urubamba en compañía de un tal Quevedo que era el subprefecto de la
provincia quien le ofreció un agasajo. El subprefecto se emborrachó y entre la
información que ofreció estuvo el nombre de “Huaynapichu” que fue anotado
cuidadosamente. De vuelta en el Cusco, el 19 de julio Bingham partió junto a
sus demás compañeros para la exploración hacia el Valle del Urubamba, con él
partió además su arriero cusqueño don Felipe Pinto. Al anochecer de ese mismo
día llegaron a pernoctar en Urubamba. Partieron al día siguiente y para la
ruta entre Urubamba y Ollantaytambo tuvieron dos escoltas militares, el Sargento
Carrasco y Gumersindo Oré. El 21 de julio Hiram se dedicó a explorar y tomar
fotografías en Ollantaytambo, de allí partieron al día siguiente. Al final
del día 23 de julio, Bingham llegó con sus acompañantes a Mandorpampa donde
levantaron su campamento en un claro muy cerca del río. Posteriormente se
presentó en el lugar el célebre Melchor Arteaga para indagar porqué no se
quedaban en su choza como acostumbraba toda la gente “decente”. Bingham tenía
35 años, no conocía la lengua quechua y su español aún era muy rudimentario.
Al enterarse que aquel personaje era Arteaga empezó su interrogatorio con la
ayuda de su escolta e intérprete el Sargento Carrasco, un cusqueño miembro de
la Guardia Civil. Arteaga repitió la misma historia contada al rector Giesecke;
entonces Bingham y Arteaga se pusieron de acuerdo para visitar las ruinas al día
siguiente.
El día lunes 24 de julio amaneció nublado y con una ligera llovizna, el
temporal no parecía prometedor y Arteaga empezó a arrepentirse de su promesa
para llevarlos a las ruinas. Una moneda de un Sol de plata terminó por
convencer a Arteaga para continuar con lo planeado. Los acompañantes
norteamericanos también se mostraron desanimados para la ascensión de la montaña
rocosa, el naturalista Harry Foote prefirió quedarse a coleccionar mariposas a
la orilla del río y el cirujano William Erwing decidió quedarse a descansar y
remendar sus ropas. Uno de los méritos de Bingham fue haber dejado bastante
información detallada de sus expediciones; en su cuaderno de notas con forro de
cuero anotaba con lápiz casi todo lo que conoció, entre nombres de personas,
lugares y detalles desconocidos para él, y aún sus penas y desventuras. Anotó
también información de las fotografías que tomaba con su cámara Kodak 3A
Special, detalles como el momento del día y la velocidad del obturador. Bingham
le escribía a su esposa en cuanto le era posible, en cada momento libre; las
cartas eran enumeradas y por encargo de Hiram ella conservó todas las cartas
porque contenían detalles invalorables de sus expediciones. Hoy los documentos
y cartas de la familia Bingham se conservan en la Biblioteca Sterling Memorial
de la Universidad de Yale.
Lo primero que Bingham anotó en su cuaderno aquel 24 de julio fue: “Maccu Picchu” y más abajo “Huaynapichu”; sin duda esos fueron los nombres que el día anterior le había dado Arteaga. Luego anotó la sucesión de hechos; a las 10:07AM salió de su campamento, a las 10:40 tomó su primera fotografía del valle y la montaña de Machupicchu hacia el sur-occidente. A las 10:45 tomó la foto del puente de 4 troncos sobre el Urubamba con Arteaga atravesándolo descalzo y de pie. Hiram y el Sargento Carrasco gatearon para cruzar el puente hacia el lado oriental de las ruinas, en el área donde hoy se encuentra la serpenteante carretera. Hacia el lado occidental de las ruinas existe otro camino para descender hasta San Miguel, esa vía era usada a inicios del siglo XX solamente en la época de lluvias. A las 12:07 PM llegaron a la choza de una de las tres familias de campesinos que habitaban lo que hoy es el grupo arqueológico de Machupicchu, quienes les ofrecieron agua fresca y camotes hervidos. La choza mencionada estuvo en el lugar que hoy ocupa el hotel de turistas. Después de un corto descanso Bingham se impacientó porque quería continuar con su visita, Arteaga que estuvo conversando animadamente con los campesinos le dijo que las ruinas estaban muy cerca y le asignó otro guía: un niño de 8 años cuyo nombre se ha perdido (alguien insinuó que el nombre era Pablito Alvarez, otro dice que fue Melquíades Richarte), y que vivía en el lugar con su familia por unos cuatro años. Las familias estuvieron encabezadas por Anacleto Álvarez, Toribio Richarte y el apellido de la tercera familia no se conoce. Después de escuchar sus instrucciones el niño empezó la caminata muy diligentemente, detrás seguían Bingham y el Sargento Carrasco. Después de una corta caminata usaron el camino que ya había sido limpiado por el centro de las terrazas agrícolas; luego de pocos minutos llegaron al denominado “Mausoleo Real” y el “Templo del Sol”. Las paredes finas de esas construcciones impresionaron positivamente a Bingham. Después de un poco tiempo el niño les dijo que habían más construcciones por conocer y los llevó hacia la “Plaza Sagrada” que entonces era utilizada como un huerto de hortalizas para una de las familias del lugar. Las sorprendentes paredes del “Templo Principal” y el “Templo de las Tres Ventanas” estaban totalmente descubiertas. Continuaron luego hasta el “Intiwatana” desde donde era posible tener una idea parcial de la ciudad Inkásica. En ese lugar Bingham preparó su trípode portátil para tomar algunas fotos; les pidió al Sargento Carrasco y al niño que posen a un costado del Intiwatana para tener una idea cabal de medio ambiente. Para su servicio de escolta en la selva alta, Carrasco había cambiado su kepí militar por un sombrero de alón occidental, mantenía su chaqueta con botones de bronce que lo tenía desabotonado por el calor que debieron tener luego de la ascensión. El niño mantenía su ponchito de lana y un sombrerito de felpa ya deformado. Luego del Intiwatana volvieron a la plaza principal para tomar fotos de diferentes ángulos del “Templo Principal” y el “Templo de las Tres Ventanas” en casi todas ellas aparece Carrasco con su vestimenta ya descrita. En una de las paredes del
“Templo de las Tres Ventanas”, Bingham pudo leer una inscripción hecha con
carbón vegetal que decía “Lizárraga” y el año “1902”, lo que indicaba
claramente que el lugar ya había sido visitado por personas educadas al menos
10 años antes que él.
Más adelante, desde la parte superior de las escalinatas de la “calle
de las fuentes” tomó la primera foto clásica con el Waynapicchu de fondo. De
todas las fotos que tomó en Machupicchu aquel 24 de julio de 1911 sólo se
publicaron dos en la revista “National Geographic” de abril de 1912 y otras
muy pocas en sus libros; las demás se publicaron casi 80 años después. En
esas fotografías de 1911 se puede apreciar que Machupicchu no estaba
“totalmente cubierta por densa vegetación” como se había publicado
repetitivamente, los campesinos que habitaban el lugar habían limpiado
parcialmente las terrazas, plazas y construcciones de Machupicchu. Se podía
apreciar una gran parte de las construcciones. En la edición mencionada de la
National Geographic, Bingham escribió que las ruinas “son de una gran belleza
y magnificencia e incluyen palacios, baños, templos, y unas 150 casas. Los
inmensos bloques de granito blanco, algunos de ellos de 12 pies de largo, fueron
cortados tan cuidadosamente que ellos encajan perfectamente”. En esa ocasión
y equívocamente, Bingham calculó que las construcciones habían perdurado por
unos dos mil años.
Aquel día del casual redescubrimiento, Bingham examinó cuidadosamente
las ruinas de los templos y construcciones que tenían arquitectura con piedra
pulida, hizo algunas mediciones y dibujó planos de ubicación incluyendo la
zona del “Templo del Sol”, la “Plaza Sagrada”, el “Intiwatana” y lo
que él denominó posteriormente el “Grupo de la Ingenuidad”. Al final del día,
volvieron a la choza de Richarte donde permanecía Arteaga y luego a las 5:05PM
empezaron el descenso hacia el puente de troncos sobre el Urubamba donde
llegaron a las 5:32PM. Ese día, el tiempo que permaneció tomando fotos,
dibujando y explorando la ciudad inkásica fue de unas 4 horas.
Al día siguiente, 25 de julio, Bingham y sus acompañantes partieron de
Mandor, pasaron por San Miguel donde se entrevistaron con Ángel Mariano Lizárraga,
hermano mayor de Agustín Lizárraga y al final del día llegaron a la Hacienda
de Huadquiña donde fueron recibidos y agasajados por su propietaria la Sra.
Carmen Vargas viuda de Romainville y su hijo. Todas las personas que eran
conocidas por Bingham fueron interrogadas sobre restos de ciudades inkásicas o
elementos que podrían ayudarle a la identificación de la ultima capital de los
Inkas.
Posteriormente continuó su viaje hasta la Hacienda de Santa Ana de
propiedad de Pedro Duque cuyo hijo educado en los EEUU trabajó después con
Bingham, allí recibió la noticia que Juan José Núñez el mismo personaje que
en 1909 le pidió encontrar los tesoros de Choquek’iraw era ahora el nuevo Prefecto del Cusco y le prohibía hacer excavaciones en su
estadía en el Perú. Sus exploraciones continuaron en diversos grupos arqueológicos
identificados por Bingham como Concevidayoc, Vitcos, Rosaspata, Espíritu Pampa, Ñusta Hispana donde identifico el “Yurak Rumi” de las crónicas,
Vilcabamba, etc. Al final de sus visitas en los diferentes restos esparcidos en
la Cordillera de Vilcabamba, ningún lugar llamó la atención de Bingham tanto
como lo hizo Machupicchu por la calidad de sus construcciones.
Comprendiendo la importancia de hacer un estudio más detallado de
Machupicchu, Bingham dispuso que dos miembros de su expedición hagan una
primera limpieza y levantamiento topográfico. Herman Tucker había sido
originalmente contratado como escalador de montaña pero hasta entonces había
trabajado como asistente del topógrafo Kai Hendriksen. Baxter Lanius era aún
estudiante universitario, en la expedición se le dio el título de
“asistente” y hasta entonces había acompañado al geógrafo Isaiah Bowman
en sus exploraciones en el Bajo Urubamba llegando hasta el Pongo de Mainique. A
Tucker y Lanius se les encargó limpiar parcialmente y hacer un levantamiento
topográfico de Machupicchu en septiembre de 1911; los dos norteamericanos
contrataron a Ángel Mariano Lizárraga como capataz y 5 campesinos más para
hacer la limpieza. Después de dos semanas de trabajo que terminó el 24 de
septiembre, Tucker y Lanius produjeron 11 hojas de diseño que fueron finalmente
procesados en Connecticut en el primer y definitivo mapa de muy buena calidad
por el topógrafo Albert Bumstead.
El Dr. José Gabriel Cosio, que en 1911 se desempeñaba como secretario
de la Universidad del Cusco, escribió que el Dr. Giesecke que estaba enfermo en
Lima el mes de octubre le escribió haciéndole saber sobre los hallazgos de
Bingham Entonces Cosio también
preparó una excursión de reconocimiento al lugar a mediados de enero de 1912,
para lo cual reclutó en el Cusco a los herederos de la hacienda Colpani, Justo
y Luis Ochoa, y como guías llevó a Enrique Palma y Agustín Lizárraga que ya
habían visitado Machupicchu. En esa ocasión y por testimonio de los mismos
actores, Cosio averiguó que el 14 de julio de 1902 Machupicchu fue visitado por
Gabino Sánchez, Enrique Palma y Agustín Lizárraga. La visita de esos
exploradores cusqueños no tuvo un carácter académico ni histórico, su
intención fue la misma de muchos hombres de la época que excavaban en
monumentos antiguos en busca de tesoros escondidos o artefactos antiguos que
luego eran vendidos en el mercado negro. En febrero de 1912, cuando Cosio escribía
su reporte del viaje, recibió la noticia que Agustín Lizárraga había perdido
la vida en las turbulentas aguas del Urubamba al perder el equilibrio cruzando
un rústico puente de troncos frente a su propiedad en San Miguel. Meses
después, a finales de
1912 Cosio fue supervisor a nombre del gobierno peruano de los trabajos de
Bingham en Machupicchu.
A mediados de octubre de 1911, Bingham estuvo muy activo en Arequipa con
la finalidad de cumplir otro de los objetivos de su expedición: escalar el
Coropuna, que entonces era erróneamente considerado como la “Cima de América”. Para esa ascensión Bingham estuvo acompañado por el montañista
Herman Tucker, Alejandro Coello que era el director del Colegio Nacional de
Chuquibamba, y su nueva escolta militar el cabo Gamarra. El Coropuna tiene dos
cumbres muy parejas en altura, la que escalaron entonces fue la cumbre
occidental que al final de tanto esfuerzo resultó que tenia sólo 21,079 pies
(6,425 m.), una altura muy inferior al Aconcagua que tiene 22,841 pies (6,962
m.) Posteriormente Bingham en compañía de Tucker, con un par de arrieros y sin
escolta militar fueron hasta el lago Parinacochas donde hicieron caminatas
alrededor y navegaron sus aguas usando un bote plegable. Tucker también hizo un
mapa del lago que hasta entonces era inexistente en la cartografía nacional.
Aquí, una vez más Bingham se vio muy limitado porque no tenía preparación ni
medios para hacer una adecuada descripción o estudio del medio ambiente ni la
flora y fauna del lugar. A finales de noviembre Bingham se encontraba en Lima
visitando una vez más al historiador Carlos Romero y haciendo sus preparativos
finales para regresar a casa vía Panamá. Bingham había planeado pasar la
navidad en compañía de su familia.
De vuelta en Yale y con sus actividades normales Bingham empezó a
planear una nueva expedición interdisciplinaria, con mayor cantidad de
especialistas, mayor presupuesto y con la finalidad de hacer prospecciones
arqueológicas en los lugares que había visitado en 1911. Su anterior expedición
había sido casi exclusivamente geográfica, geológica y de reconocimiento;
esta vez el trabajo seria más especializado en el campo histórico y/o arqueológico.
Los contactos de Bingham posibilitaron una entrevista con el entonces presidente
William Howard Taft a quien le pidió su intervención para poder conseguir una
concesión de parte del gobierno peruano para que la Universidad de Yale pudiese
tener la exclusividad en un trabajo arqueológico amplio por un periodo de 20 años.
Aparentemente el presidente Taft estuvo impresionado a tal punto que le pidió
al Ministro Norteamericano (embajador) en Lima hacer los tramites pertinentes.
El presidente Leguía se comprometió a enviar un proyecto de ley a ser
discutido en la siguiente legislatura. En aquella época el ambiente político
en el Perú estuvo bastante revuelto, el Presidente Leguía enfrentaba muchos
problemas internos y con la fuerte oposición que tenía hubiera sido imposible
pasar una ley de tales características.
La legislación peruana para
proteger su legado cultural ha evolucionado paulatinamente; un trabajo bastante
amplio al respecto fue hecho por Mariana Mould de Pease (2003). Desdichadamente
muchas leyes en el Perú son simplemente letra muerta como consecuencia de la
incapacidad para hacer cumplir las leyes y por la corrupción omnipresente desde
los inicios de la república. Un año después de la independencia, bajo el
protectorado de José de San Martín el 2 de abril de 1822, José Torre Tagle
firmó un decreto que en su artículo primero decía: “Se prohíbe
absolutamente la extracción de piedras minerales, obras antiguas de alfarería,
tejidos y demás objetos que se encuentren en las huacas, sin expresa y especial
licencia del gobierno, dada con alguna mira de utilidad pública”. El 16 de
junio de 1887 bajo el gobierno de Andrés A. Cáceres se cometió el mayor
atentado legal contra el patrimonio cultural peruano cuando por medio de una
resolución suprema se le dio permiso al alemán Augusto R. Berns para hacer
excavaciones en las “huacas inkásicas” de la provincia de la Convención en
el Cusco. Por esa resolución Berns debía cederle al Perú el diez por ciento
del oro, plata y alhajas que encontrase o su equivalente en moneda nacional;
además indicaba “Serán de propiedad exclusiva de Berns todos los objetos de
cobre, barro, madera y piedra cualquiera sea su mérito artístico...”. El 27
de abril de 1893, Remigio Morales Bermúdez aprobó otra ley que prohibía hacer
trabajos de excavación sin una licencia oficial, además indicaba que “todos
los objetos que se encontraren pertenecerán al que solicita la licencia, pero
tendrá éste también la obligación que se expresara en el decreto respectivo,
de entregar al Estado un duplicado de cada uno de los objetos que se descubran,
o copias fotográficas de los que no tuviesen similares...”. Frente a la
solicitud de Hiram Bingham para obtener permiso y facilidades para su expedición
como “se suele proporcionar a expediciones parecidas” (posiblemente refiriéndose
al permiso obtenido por Berns) el Presidente Leguía firmó el 19 de agosto de
1911 una ley aún más proteccionista que modificaba la ley de 1893 y a la letra
indicaba que “Todos los objetos que se encuentren, pertenecen al Estado, quien
puede conceder los duplicados a los que soliciten la licencia, siempre que se
trate de corporaciones científicas de carácter oficial. De los objetos únicos,
los solicitantes sólo pueden tomar fotografías...”.
Para su expedición de 1912, Bingham aseguró el auspicio de la
Universidad de Yale que debía aportar 10,000 dólares y la National Geographic
Society otra cantidad similar; por consiguiente el nombre de la misma fue: “La
Expedición Peruana de 1912 bajo los auspicios de la Universidad de Yale y la
Sociedad Geográfica Nacional”. El objetivo principal de la nueva expedición
fue: “Continuar la investigación de las ruinas descubiertas en la expedición
de 1911”. Para esa expedición se reclutó como especialistas al geólogo
Herbert E. Gregory, el osteólogo George Eaton, el topógrafo Albert H. Bumstead,
el cirujano Luther T. Nelson, cuatro asistentes norteamericanos y un secretario
para Bingham. El ingeniero arqueológico Ellwood C. Erdis fue reclutado en el
Perú. Erdis tenía bastante experiencia como ingeniero minero pero la arqueología
era una campo nuevo para él. El director, el osteólogo y dos asistentes
partieron de Nueva York el 16 de mayo y llegaron al Cusco el 20 de junio. Erdis
contrató como capataz a Mariano Ignacio Ferro, un cusqueño que reclamaba la
propiedad de las tierras en Machupicchu. Trabajaron con un promedio de 40
obreros para limpiar y excavar el lugar; la mayor parte de lo que encontraron
fueron pedazos de cerámica, elementos de piedra y muy pocos elementos de bronce.
Bingham y sus asistentes sabían que se podían obtener objetos muy valiosos al
encontrar tumbas inkásicas en la zona; ordenaron a los obreros indígenas
buscar tumbas en los alrededores y se pasaron un par de días sin resultados
positivos. El panorama cambió cuando ofrecieron un sol de plata por cada tumba
encontrada, a partir de entonces se reportaron tumbas en diversas zonas. No es
casualidad que Álvarez y Richarte, los dos campesinos que vivían en
Machupicchu hayan encontrado la mayor cantidad de tumbas, ellos ya estaban
familiarizados con el medio ambiente y seguramente también buscaron el
contenido de las tumbas mucho antes que Bingham. El osteólogo Eaton dirigió la apertura de tumbas reportadas
y llevó a cabo una excelente catalogación de las mismas.
Bingham estuvo confiado en conseguir la concesión de Machupicchu para
Yale, sin embargo el momento político en el Perú y el celo de la Universidad
de Harvard imposibilitaron dicha concesión. Bingham fue a Lima a tratar el
asunto por sus medios pero ya Leguía había dejado el poder; el nuevo
Presidente don Guillermo Billinghurst se mostró indiferente y prefirió ceñirse
a la ley por la cual se podían sacar del país sólo objetos duplicados. Leguía
aún tenia una influencia política considerable, pero tenía muchos problemas;
uno de sus problemas era su adolescente e indisciplinado hijo Juan. Bingham y
Leguía se pusieron de acuerdo para una “colaboración mutua”; Bingham debía
llevar a Juan Leguía a una escuela militar en los EEUU, a cambio Leguía debía
utilizar su influencia para ayudar a trasladar los objetos encontrados en
Machupicchu a la Universidad de Yale. Poco después, el 31 de octubre de1912 el
gobierno peruano por resolución suprema y a nombre de la “etiqueta
internacional” y como una “deferencia” a los auspiciadores de la expedición
de Bingham “como una excepción a la ley y por única vez” autorizó la
continuación de los trabajos hasta el 10 de diciembre bajo supervisión del
gobierno peruano. Luego de un inventario meticuloso los objetos encontrados podían
ser sacados del Perú con el compromiso de devolver todos los objetos únicos y
duplicados a simple petición del gobierno. Al final de sus agotadoras gestiones
en Lima, el aristocrático profesor de historia de Yale se sintió decepcionado
y humillado, las nuevas autoridades peruanas se habían mostrado casi todo el
tiempo renuentes, suspicaces y hostiles a su trabajo; el grave error de Bingham
había sido no solicitar un permiso para llevar a cabo sus prospecciones con una
debida anticipación. De vuelta en Machupicchu, Bingham retomó su condición de
fotógrafo oficial de la expedición, tomó fotografías de las ruinas que ya
habían sido limpiadas y se podían apreciar en todo su esplendor. En esa
oportunidad utilizó una cámara normal “Kodak 3A Special” y otra panorámica
“Kodak Panaram No. 4”, para recolectar unas 700 fotografías. En 1912 los
trabajos de Bingham despertaron la curiosidad de algunos y el recelo y envidia
en otros personajes del mundo político e intelectual del Perú. Hubo un frente
nacionalista bastante fuerte que con mucha razón se opuso a que Bingham se
lleve a Connecticut los
“tesoros” de Machupicchu. Por otro lado; mucha gente en el Cusco se sintió
ofendida porque Bingham escribió en su libro “Across South America” que la
ciudad a principios del siglo XX se había ganado la reputación de ser una de
las ciudades más sucias del continente. Sus calles empedradas toscamente tenían
un canal en medio que servían como desagüe que en la época de sequía
seguramente debían tener una apariencia y olores insoportables. Era una
realidad a la que los cusqueños de entonces estaban acostumbrados pero que los
visitantes extranjeros criticaban como algo negativo.
Los reportes indican que las cien cajas que se llevó Bingham contenían
pedazos de cerámica, restos óseos pobremente conservados, objetos de piedra
y bronce, además de muy pocos artefactos de plata entre pequeños discos y "Tupus"
o prendedores. Bingham fue tajante al indicar que no encontró ningún objeto de oro. Los elementos que se llevó Bingham son un verdadero
tesoro para un arqueólogo, antropólogo o historiador, pero para un buscador de
tesoros o un individuo común y corriente serían simplemente un montón de
tiestos y huesos. Esa colección de objetos fue sacada del Perú al amparo de la
mencionada resolución suprema del 31 de octubre de 1912. El artículo cuarto de
esa resolución le reserva al estado peruano el derecho de exigir de la
Universidad de Yale y de la National Geographic Society la devolución de los
objetos extraídos de Machupicchu así como copias de todos los estudios e
informes relativos a las exploraciones. Es justo que hoy la mencionada colección
de 1912 sea devuelta al estado peruano para ser restituida a donde pertenece.
Es muy improbable que Bingham haya encontrado fabulosos tesoros de
piedras y metales preciosos como lo insinúan sus detractores y la tradición
popular. Hoy por hoy, se puede afirmar categóricamente que Bingham no fue el
“descubridor” de Machupicchu; los descubridores en tiempos modernos fueron
probablemente Lizárraga, Sánchez, Palma, Béjar, Arteaga, Álvarez, Richarte, y
todos los que conocieron Machupicchu antes que el explorador norteamericano. Es
casi imposible que en una sociedad que sueña o vive con la ilusión de
encontrar “tapados” o tesoros escondidos no se hayan recorrido de cabo a
rabo los restos de la “ciudad perdida”. Rómulo Lizárraga, nieto de Ángel
M. Lizárraga escribió en 1995 que su tío-abuelo Agustín Lizárraga encontró
en Machupicchu objetos de cerámica, herramientas y figuras hechas de oro y
plata que posteriormente vendió al rico comerciante italiano avecindado en el
Cusco don Cesare Lomellini, el mismo comerciante que proveía de comida y todo
tipo de enseres para las expediciones de Bingham. Muchos años antes, en 1875 Ángel
Mariano Lizárraga había emigrado de Mollepata y arrendado terrenos a
orillas del río Aobamba en San
Miguel. En 1890 Agustín Lizárraga también se había mudado a San Miguel para
ayudar a su hermano mayor en sus labores agrícolas. A principios del siglo XX,
Agustín empezó a explorar la zona en busca de más sitios adecuados para la
agricultura; es así como en 1901 llegó a la ciudad inkásica de Machupicchu.
Posteriormente Agustín llevó hasta Machupicchu a otras personas interesadas en
buscar tesoros. Fue también Agustín Lizárraga quien llevó y subarrendó
terrenos en Machupicchu a los agricultores Álvarez y Richarte en 1907. En 1909
A. Lizárraga invitó a Melchor Arteaga, un hombre pobre de Mollepata a visitar
las ruinas y cultivar más terrazas del sector agrícola de Machupicchu. Arteaga
en cambio vio otra forma fácil de hacer dinero vendiendo artefactos y cerámica
que encontraba en las ruinas.
Es mentira que Bingham haya encontrado una ciudad que había sido
totalmente cubierta por la enmarañada vegetación de la selva subtropical; las
fotos que tomó en 1911 y no fueron publicadas en su momento revelan que una
gran porción de Machupicchu estuvo al descubierto. Mintió Bingham para
aparecer como el “descubridor” de una ciudad “perdida”. Mintió también
Bingham muchos detalles y acomodó otros para sostener sus teorías que
identificaban a Machupicchu como el Tampu T’oqo de la leyenda y como la
Vilcabamba la Vieja de las crónicas; es decir como el lugar donde nació y murió
la civilización inkásica. Así lo reconoció también su hijo abogado y
escritor Alfred Bingham. Cabe indicar que la mejor biografía sobre Hiram
Bingham la escribió su tercer hijo Alfred en base a otro trabajo biográfico de
su hijo mayor Woodbridge quien fue un historiador profesional. Los hijos de
Hiram Bingham le perdieron cariño y cierto respeto después del divorcio de sus
padres y más aún después de haber sido desheredados por el padre. Alfred no
tuvo reparos en desnudar las debilidades de su padre al escribir su biografía.
Otros libros de corte biográfico interesantes fueron escritos por Daniel Cohen,
Char Miller y James Norman.
De vuelta en los EEUU con su valioso cargamento de 1912, Bingham dio
conferencias y escribió artículos como lo había prometido antes de partir en
su ultima expedición. La historia, el material y las fotografías de
Machupicchu impresionaron tanto a las autoridades de la National Geographic que
para abril de 1913 hicieron una excepción y dedicaron toda una edición de la
revista a los hallazgos de Bingham. La mencionada edición fue un éxito rotundo
para la promoción de lo que en el futuro sería el más grande tesoro de la
industria turística peruana; la National Geographic tenia en 1913 más de
100,000 socios (hoy tiene más de 11 millones de socios en unos 170 países).
Los acontecimientos difíciles que le toco vivir en el Perú hicieron que
Bingham reflexione y se involucre en cuestiones políticas de su país de un
modo más activo. Bingham escribió un artículo en el que indicaba que la
Doctrina sustentada el 2 de diciembre de 1823 ante el Congreso Norteamericano
por el presidente James Monroe había dejado de tener vigencia. Los países en
Sudamérica después de su independencia habían experimentado muchos cambios y
no estaban dispuestos a tolerar intervención ni proteccionismo alguno. Una
fuerte corriente con pensamiento pro-socialista estaba en boga en Sudamérica;
por lo tanto en el Perú Bingham fue también identificado como un símbolo de
la intervención imperialista yanqui. Después de un corto tiempo la Universidad
de Yale publicó en 1913 el mismo artículo ampliado como un libro con el título “The
Monroe Doctrine: An Obsolete Shibboleth”. En los años siguientes Bingham reanudó sus labores de docencia y se
dedicó a viajar junto a su numerosa familia; para entonces tenia ya siete hijos
varones.
Luego de los estudios preliminares en Yale de los objetos de Machupicchu,
Bingham, las autoridades universitarias y la National Geographic creyeron que
debía hacerse una expedición multidisciplinaria más extensa que abarque también
otros grupos arqueológicos. Se planificó un presupuesto de más de 50,000 dólares
para un trabajo de dos años. En 1914 se decidió enviar un grupo de avanzada
para ampliar los levantamientos topográficos que ya se habían hecho en 1911 y
1912. También enviaron a Osgood Hardi que ya había estado en la expedición
anterior para que estudiase Quechua y también para que organice en
Ollantaytambo una especie de campamento que serviría de base para las
expediciones posteriores. Hardi alquiló una casa de dos habitaciones que fueron
acondicionadas; esa casa fue llamada “yankiwasi” por los residentes del
pueblo. A inicios de marzo de 1915 Bingham partió de Nueva York junto a otros
seis miembros de la expedición. En esa oportunidad también acompañó al
director de la expedición su perro airedale terrier “Checkers”. A inicios
de abril llegó al Cusco y empezó a despachar el resto de su expedición, dando
instrucciones y planificando los levantamientos topográficos faltantes en la
zona de la Cordillera de Vilcabamba. En mayo estuvo en la zona de Torontoy
donde por información de campesinos locales pudo encontrar un par de cuevas
donde existían momias inkásicas, las cuevas también estaban habitadas por
murciélagos y para ahuyentarlos los visitantes previos habían quemado los
textiles y muchas momias, sin embargo encontró un par de momias casi completas
y algunos cráneos deformados y con trepanaciones craneales. Posteriormente Bingham hizo una caminata de exploración en la Cordillera
de Vilcabamba; más adelante decidió ir a Machupicchu por un camino diferente
al que estaba al borde del río y después de mucho esfuerzo pudo llegar a la
ciudad inkásica que había redescubierto en 1911. Hoy en día ese camino
encontrado en 1915 es el famoso Camino Inka que es utilizado por miles de
turistas en su peregrinación hacia la “ciudad perdida”. Bingham estuvo
explorando las montañas cuando el 25 de mayo el Prefecto Núñez había ordenado el
cese de toda excavación. De vuelta en “yankiwasi” el 15 de junio fue
confrontado por una delegación investigativa de cuatro peruanos encabezados por
Luís E. Valcárcel, que entonces era el editor del Diario el Sol del Cusco, y a
su vez se desempeñaba como el presidente del recién organizado “Instituto
Histórico del Cusco”. El encuentro se tornó hostil cuando los peruanos
observaron que en el lugar habían cajas empacadas presumiblemente con
“tesoros arqueológicos”; aquello indicaba que la ley que prohibía las
excavaciones no era cumplida por Bingham ni su expedición. Con anterioridad ya
Valcárcel había publicado informaciones que denunciaban el transporte de
tesoros por la ruta del lago Titicaca y Bolivia. El ambiente político y
cultural en el Perú era contrario al trabajo de Bingham en 1915, los titulares
del “Diario el Sol” del Cusco y “El Comercio” de Lima fueron demoledores
y reclamaban la intervención del gobierno. Bingham llevó cuatro cajas de los
objetos que su expedición había encontrado en diversos grupos arqueológicos
para ser mostrados a las autoridades cusqueñas, sus argumentos fueron ignorados
porque prevalecía la teoría de los “grandes tesoros” sacados del país
clandestinamente. El Prefecto le autorizó terminar los trabajos que había
empezado pero no podía iniciar otros; además los objetos debían ser
catalogados y posteriormente enviados al Museo Nacional de Arqueología. El
gobierno peruano nombró interventores a Valcárcel y otros miembros del
Instituto Histórico; sus pesquisas sólo lograron encontrar objetos de cerámica
y huesos entre los objetos excavados y coleccionados por la expedición de
Bingham. Aquello hacia suponer a los interventores que los tesoros de oro y
plata habían sido sacados de contrabando. Es evidente que una vez más, Bingham
cometió la negligencia de no sacar permisos con anterioridad a la realización
de sus trabajos; posiblemente al principio estuvo confiado en que sus contactos
podrían facilitarle el trabajo. Luego de sus difíciles trámites en el Cusco,
Bingham anotó en su diario “Mucho celo, suspicacia, mentira, envidia y
desconfianza entre las clases altas”; los opositores de Augusto B. Leguía
encontraron en el caso Bingham una gran oportunidad para sacar ganancia política.
Algunos de sus amigos alertaron a Bingham que posiblemente debía enfrentarse a
una acción legal, y aun podía ser arrestado. A principios de agosto partió
del Cusco hacia Lima acompañado de tres miembros de su expedición. A cargo de
“yankiwasi” se quedaron Morkill y Erdis con la misión de empacar y enviar
los objetos encontrados por la expedición hacia Lima y posteriormente a New
Haven. En Lima Bingham tuvo que recurrir a la
ayuda de la delegación diplomática Inglesa para asegurarse que su salida no
fuera obstaculizada. Inglaterra como una potencia mundial reconocida estuvo ya
peleando en la primera guerra mundial y era más respetada que los EEUU que aún
no habían ingresado en la guerra.
Meses después de la partida forzada de Bingham, y una vez más en Lima,
frente a la solicitud del subdirector Elwood C. Erdis para la exportación
temporal de los objetos encontrados por la expedición entre 1914 y 1915, el
gobierno peruano por resolución suprema del 27 de enero de 1916 autorizó la
salida por el puerto del Callao de 74 cajones que llegaron a New Haven,
Connecticut en abril de 1916. También por ese dispositivo
legal, la Universidad de Yale y la National Geographic debían devolver al Perú
todos los objetos después de 18 meses. Tiempo después, Hiram Bingham escribió
que todo lo que encontró en su última expedición fue devuelto con
posterioridad a los 18 meses porque en ese lapso se encontraba ocupado en sus
misiones de la primera guerra mundial. En efecto, los objetos sacados por Erdis
(por encargo de Bingham) en 1916 fueron devueltos y llegaron al Puerto del
Callao el 21 de octubre de 1921. Dichos elementos se conservan hoy en el
departamento de Antropología Física del Museo Nacional de Arqueología,
Antropología e Historia en la ciudad de Lima.
De vuelta en casa en Setiembre de 1915 y mucho antes de lo previsto, en
un ambiente de guerra inminente Bingham se presentó como voluntario en el
ejercito norteamericano con la intención de marchar a la frontera con México
donde Pancho Villa se había convertido en bandido y estuvo asaltando
poblaciones norteamericanas cerca de la frontera. Villa fue vencido y poco después
Bingham fue dado de baja sin ir al frente. Su posición como profesor
universitario y su experiencia como director de las expediciones peruanas le habían
ayudado para obtener el grado de capitán del ejercito a pesar de no tener
experiencia militar; por ello, sus funciones fueron netamente administrativas.
En abril de 1917 después de la declaración de guerra de los EEUU a Alemania y
su ingreso en la primera gran guerra, Bingham solicitó una vez más su ingreso
en el ejército con asignación a la relativamente nueva aviación. Por otro
lado, se presentó a la escuela de aviación de Glenn Curtiss en Miami donde culminó su entrenamiento ganando sus alas de piloto. En noviembre
de 1917 se mudó a Washington DC y fue promovido al rango de teniente coronel y
se convirtió en jefe de personal del Servicio Aéreo del Ejercito.
Posteriormente Bingham fue enviado a Francia y en agosto de 1918 estuvo al
comando de la más grande escuela de aviación de los aliados, con un ejercito
de unos ocho mil militares y cerca de mil aviones. A inicios de 1919 fue
relevado y volvió a América donde pocos meses después fue dado de baja.
Posteriormente, sin ningún proyecto inmediato se fue a visitar su natal Hawai
donde fue tuvo una muy calurosa recepción como un personaje famoso, que
evidentemente contrastaba con la oscura y desafortunada niñez que le toco vivir
allá. En los años posteriores Bingham se dedicó a su labor como profesor, a
escribir sus libros sobre las expediciones peruanas, y a escribir comentarios
sobre asuntos políticos. A finales de 1922 el partido republicano de
Connecticut nominó candidato para gobernador del estado a Charles Templeton y
para teniente gobernador al muy popular Hiram Bingham. Las elecciones fueron fácilmente
ganadas por la dupla y más tarde la misión del ex explorador fue presidir la cámara
alta de la legislatura estatal. A finales de 1924 Bingham ganó las elecciones
para gobernador del estado de Connecticut; por esos días también hubieron
elecciones especiales para llenar una vacancia en el senado. Bingham, un hombre
carismático y con una innata facilidad de palabra fue propuesto y ganó las
elecciones para el senado de los EEUU. El redescubridor de Machupicchu sólo
pudo asistir a la inauguración de su gestión como gobernador del Estado de
Connecticut e inmediatamente después se mudó a Washington DC para integrarse a
sus tareas como senador. A finales de 1926 fue reelegido para el senado y tuvo
participación en diversos proyectos relacionados al comercio norteamericano y
mundial, y la aviación comercial. Bingham se convirtió además en un tipo
fuera de lo común y concitó la atención de la prensa al aterrizar en una
ocasión frente al Capitolio en una avioneta y en otra oportunidad partió del
mismo lugar como pasajero de un “autogyro” que fue el precursor del actual
helicóptero. Su relativa fortuna, su educación y sus modales fueron causa para
que algunos de sus colegas sientan envidia y algunos simplemente lo detesten;
algunos de los apodos que se ganó fueron “Senador Volador” y “Senador de
Hawai”. El pulido profesor Bingham siempre se burló de los “políticos
ordinarios” y sus modales; constantemente corregía a sus colegas su mala
pronunciación de palabras en español, sus traducciones del latín y sus
escasos conocimientos de historia y geografía. En algunas ocasiones el senador
Bingham se refería a si mismo como el “Embajador de Connecticut”. En 1929
sus detractores tuvieron una gran oportunidad para vengarse de Bingham cuando
demostraron que había contratado como uno de sus asesores a un lobbista. Después
de una acusación formal y una votación por mayoría fue censurado por el
senado; entonces, muchos de sus compañeros republicanos también habían votado
en su contra. Después de la censura, un periodista escribió en el “Mercurio
Americano” un articulo en el que con sorna decía que Bingham era “un ser
superior”, “el más alto, más elocuente y más parecido a Dios”, y que
“una de las escenas más impresionantes en el Senado es la procesión de Su Señoría,
su diminuta esposa y sus incondicionales siete hijos llenando la galería del
Senado...”
En sus primeros años en el Senado, Bingham había conocido a la esposa de uno de sus colegas, doña Suzanne Carrol con quien mantenía una simpatía mutua; tiempo después ambos se habían enamorado. En 1932 Bingham perdió la reelección al senado por un margen ajustado ante un candidato demócrata; esa derrota liquidó su carrera política . Hiram había empezado a tener problemas familiares y económicos y a inicios de 1937 su esposa Alfreda consiguió el divorcio aduciendo crueldad mental, para después casarse con un músico alemán. Por esa misma época Suzanne Carrol también se divorció y pudo unirse a su amado Hiram en junio de 1937 estableciéndose en las afueras de Washington DC. Posteriormente Bingham se dedicó a escribir y dar conferencias; se ganó la vida como vice-presidente de la compañía petrolera "Colmena Oil Company". También se convirtió en miembro del directorio del banco "Washington Loan and Trust Company" e hizo inversiones en bienes raíces. Bingham tenía conexiones y se había convertido en un conocedor del mundo financiero, así tuvo éxito multiplicando sus bienes. Para octubre de 1948, el presidente
peruano don José Bustamante y Rivero invitó a Hiram Bingham para la inauguración
de la carretera que lleva su nombre entre la estación de Puente Ruinas y el
grupo arqueológico que él redescubrió en 1911. Fue una visita triunfal para
Bingham que hizo acompañado de su esposa Suzanne; en su estadía de dos semanas
en el Cusco también lo acompañó su amigo el ex-rector Albert Giesecke. Al
partir humillado y perseguido en 1915 Bingham había jurado no volver al Perú.
En la inauguración Bingham tenia ya 72 años y su cabello era totalmente blanco;
frente a las más connotadas autoridades peruanas tuvo una breve participación
y develó una placa de bronce al final de la carretera y frente al actual hotel
de turistas. Su anfitrión, el presidente Bustamante no estuvo presente porque
por esos días un golpe de estado en Lima lo obligó a huir. Días después
Bingham dio una conferencia magistral en la Universidad del Cusco que en 1912 lo
había declarado Doctor Honoris Causa. También en 1948 salió publicado “Lost
City of the Incas” que se convirtió en el libro más leído sobre su
exploración en el Perú.
La arqueología es una disciplina
relativamente nueva; nació por la necesidad de interpretar de manera más
realista la historia de los pueblos. A través del tiempo la arqueología es
hija de la historia, aunque hoy ambas son disciplinas interdependientes: la
arqueología se nutre de la historia y viceversa. La arqueología se transforma
en el tiempo al ritmo de los avances científicos y tecnológicos. Por lo tanto,
en materia de estudio arqueológico, la ultima definición o estudio es un
concepto relativo o transitorio; transitorio porque en el futuro la tecnología
posiblemente cambie aún radicalmente los conceptos o interpretaciones.
Hacia finales del siglo XIX el General
Pitt Rivers conocido como el padre de la arqueología moderna comenzó a aplicar
múltiples conocimientos para excavar y colectar sistemáticamente objetos y
fragmentos insignificantes para las personas comunes. Empezó a ubicar objetos
con precisión y a describir y catalogar elementos como parte de un contexto
global; de igual manera Rivers comprendía los principios de la estratigrafía
para un trabajo más efectivo. En términos generales la arqueología implica
también destrucción; sin embargo, la destrucción como consecuencia de un
trabajo arqueológico debe ser total o casi totalmente controlada.
Cuando Hiram Bingham empezó a realizar
sus exploraciones y estudios en el Perú, la arqueología peruana era muy
precaria y limitada. Los profesionales con título en arqueología surgieron en
la zona del Cusco recién después de 1977, cuando se creó la facultad de
Arqueología en la Universidad del Cusco. Antes de 1977 se formaron en la práctica
muchísimos excelentes arqueólogos que originalmente tenían otras profesiones,
entre antropólogos, historiadores, ingenieros, etc. Sin duda; la arqueología
hoy es una disciplina muy compleja que requiere del soporte de otras ciencias
como la física, química, biología, osteología, antropología, historia, etc.
Por la misma época de Bingham,
trabajaron activamente en otras zonas del Perú, los célebres don Julio C.
Tello considerado el padre de la arqueología peruana y Alex Hardlicka. Tello y
Hardlicka formaron colecciones y realizaron estudios brillantes para su tiempo;
sin embargo hoy sus conclusiones se modificaron y sus colecciones óseas por
ejemplo son incompletas porque ellos se enfocaron principalmente en lo
espectacular de los restos craneales con deformaciones o trepanaciones.
En su estadía posterior a 1911, Bingham
fue siempre el director de sus expediciones, pero el trabajo manual y
excavatorio propiamente dicho lo hicieron otras personas. En 1912 y 1915, el
ingeniero civil Ellwood C. Erdis fue el “ingeniero arqueológico” y dirigió
los trabajos de excavación en Machupicchu. Es obvio que esos trabajos no fueron
meticulosos, no se rigieron por las técnicas actuales de ubicación,
documentación y registro, ni se hizo un análisis estratigráfico de los suelos.
Hoy, por regla general en una excavación vertical se debe alcanzar la tierra
virgen y cada centímetro cúbico de tierra debe ser analizada para identificar
hasta los objetos más pequeños. Ni siquiera veinte años después, cuando Luis
E. Valcárcel dirigió los trabajos para celebrar el 4to centenario de la
fundación española del Cusco en 1933 se hizo un trabajo exhaustivo. Se conoce
por ejemplo que en Saqsaywaman se excavó horizontalmente y se abrieron zanjas
para ubicar restos de arquitectura inkásica. Son zanjas que hoy parecen
trincheras militares y no precisamente un trabajo arqueológico serio, pero en
1933 se consideraron una forma de excavación arqueológica.
El osteólogo George F. Eaton dirigió
la apertura de tumbas y la recuperación y selección de restos óseos y
elementos diversos. El material osteológico catalogado por Eaton en 1912 y hoy
conservado por la Universidad de Yale constituye una de las más completas y
mejor preservadas colecciones de su especie para el estudio de la cultura
inkásica;
así lo reconoce el osteólogo John Verano en su trabajo del año 2001. No existe
en el Perú u otro país una colección inkásica tan cuidadosamente catalogada
y conservada. Bingham fue el administrador de recursos económicos y materiales
de sus expediciones y además fue su fotógrafo oficial. Paralelamente a los
trabajos de su expedición, Bingham tuvo que educarse para el entendimiento de
la cultura peruana, empezó a devorar libros y crónicas antiguas y al final
aparentemente leyó a casi todos los autores más sobresalientes de su época.
Por las referencias que da en sus diversas publicaciones se puede deducir que
Bingham leyó a los cronistas: Fray Antonio de la Calancha, Fernando de
Montesinos, Garcilaso Inca de la Vega, Pedro Cieza de León, Baltazar de Ocampo,
Pachacuti Yamqui Salcamayhua, Juan Polo de Ondegardo, Diego Rodríguez de
Figueroa. Igualmente leyó obras de autores más recientes como William Prescott,
Sir Clements Robert Markham, Antonio Raimondi, Eugene de Sartigues, Paz Soldán,
Charles Weiner, Francis de la Porte (Conde de Castelnau), Marcou, Ephraim George
Squier, Adolfo Bandelier, etc.
Por efecto natural del desarrollo tecnológico
y cultural, las conclusiones alcanzadas por Bingham se han modificado
radicalmente en muchos casos. Sin embargo, sus trabajos se mantienen como una
fuente obligatoria para el estudio del contexto global del Santuario Histórico de
Machupicchu.
ANGLES VARGAS, Víctor BINGHAM, Alfred BINGHAM, Hiram BURGER, Richard &
SALAZAR, Lucy CHEVARRIA, Efraín COHEN, Daniel CUMES, Carol &
LIZARRAGA, Romulo EATON, George F. HEMMING, John HORWITZ, Tony MILLER, Char MOULD DE PEASE, Mariana NORMAN, James ROWE, John Howland SCHELLER, William TAMAYO HERRERA, José VALCARCEL VIZCARRA, Luis
E. VALENCIA ZEGARRA, Alfredo;
GIBAJA OVIEDO, Arminda ----- o -----
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